Modesto Lule Zavala msp
Tocan el timbre de la casa donde vivo, salgo a ver y es un joven que asistía a nuestra iglesia hace algunos meses. Le saludo y le pregunto cómo se encuentra, después le digo: ̶ ¿Qué milagro que vienes a visitarnos? ̶ Vine a ver a los doctores para mis últimas revisiones y quise pasar a saludarlos: ̶ Te agradecemos mucho y nos da alegría saber que ya estás mejor.
Este joven ahora vive en otro estado de México distante de donde me encuentro. Se fue a vivir con su familia y ha comenzado a trabajar y a estudiar. Hace un tiempo sufrió un accidente muy grave, por imprudencia y por andar alcoholizado. La familia pasó por momentos de angustia pues el accidente fue grave. Pero gracias a las oraciones de muchos salió bien, y remarco esto de las oraciones, y la fe, porque para los doctores era un caso difícil donde según ellos mismos solamente un milagro le sacaría adelante.
Cuando vino a verme entre muchas cosas que pudimos platicar me dijo que había regresado al hospital. Esta vez no fue en calidad de paciente, sino de visitador. Visitó a los familiares de enfermos que yacen afuera del inmueble para llevarles comida. Me dijo que cuando llegó tomó una bandeja y caminó entre la gente sentaba en la baqueta y las jardineras ofreciendo tamales. Algunos no le querían aceptar porque pensaban que se los cobraría. Les afirmaba que eran un regalo, pero la gente se extrañaba y le cuestionaban porque hacía eso. Les decía que hacía un tiempo él mismo había estado ahí y que su familia había estado afuera igual que ellos, pero que un día llegó un joven y comenzó a regalar comida y a decirles que tuvieran paciencia y esperanza, que él mismo había estado también hospitalizado, pero que con fe se puede esperar lo mejor. No solamente les daba comida, les daba fe y esperanza para que no decayeran. Por eso ahora, él mismo regresaba a dar lo que a su familia le habían dado cuando él estuvo enfermo.
A eso es lo que yo puedo llamar cadena de favores. Este joven que me vino a ver me dijo que no era la primera vez que iban a ofrecer algo de comida, su abuelita y tíos ya había ido varias veces antes, en agradecimiento por aquel joven que ya nunca vieron, pero por el cual se sentían comprometidos a hacer lo mismo con otras personas. Yo mismo he visto por lo que pasan las personas que se quedan fuera de los hospitales cuando voy a visitar enfermos y darles la extremaunción a los enfermitos. Veo gente que sufre las inclemencias del tiempo esperando que llegue la hora de visitas o esperando por cualquier resultado que los doctores les puedan dar. Muchos de ellos sin dinero para poder ir a un hotel o para comprar comida más aun con la angustia de tener a un ser querido enfermo. Mucho sufrimiento, pero aun así siempre llegan personas que se han sentido tocadas por Dios para darles esperanza, fe y un poco de comida.
La pregunta de hoy es: ¿Haz realizado el bien en favor de los demás correspondiendo a un favor que alguien más te hizo? Nunca es tarde para hacerlo.
Recuerda lo que dice la Biblia: Hay mayor felicidad en dar que en recibir. (Hechos. 20, 35)
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Hasta la próxima.
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