Por p. Modesto Lule msp
Tome un autobús de Texcoco con dirección a la Ciudad de México.
Tomo el asiento segundo después del chofer. Me acomodo y trato de cerrar los
ojos y dormir un poco. Son 40 minutos de viaje y quiero aprovecharlos para
descansar.
El camión avanza y la música de la radio trata de dar un poco de armonía a ese ruido que sale del motor del autobús. No sé cuantos minutos pasan y escucho que uno de los pasajeros que va en el primer asiento comienza a platicar con el chofer. Le pregunta de un lugar y de cómo llegar a dicho sitio. El chofer le dice las indicaciones. El pasajero le pide bajar en la siguiente esquina. Pero hay un problema, el autobús no puede realizar descenso de personas en esa zona. El pasajero insiste al chofer para que lo deje bajar en ese lugar. El chofer le explica al pasajero de buena manera el conflicto que tienen con otras líneas de trasporte y del problema que esto provocaría si lo mira un policía de tránsito. Además de que le da a conocer de cuanto es la multa que tienen que pagar si son sorprendidos. Los diálogos suben de tono. El chofer nuevamente explica al pasajero todas las cuestiones ya mencionadas. El pasajero menciona que tienen prisa y que necesita llegar a tiempo a su destino. --Déjame bajar por aquí, le dice al chofer. Te lo estoy pidiendo como ser humano déjame bajar por favor. --Que no puedo hacer eso. Le responde el chofer. El pasajero vuelve a decir aquella frase que ya se me había pegado: “déjame bajar aquí por favor, te lo pido como ser humano”. Y yo en medio de mi somnolencia analizaba esa frase y me preguntaba ¿cómo sería si no se lo pidiera como ser humano? ¿A golpes e insultos? El ambiente se puso tenso, por suerte estábamos por llegar a nuestro destino, nos faltaban unas cuatro cuadras. Pero el pasajero seguía insistiendo con un vocabulario agresivo. Al parecer después de muchas explicaciones y consejos no pudo entender la regla del chofer y de la línea de transporte. Faltando una cuadra y media el chofer un tanto fastidiado abre la puerta del autobús y aquel pasajero desciende. Cuando toco suelo el ufanado pasajero se da la media vuelta y le avienta al chofer una botella de plástico al rostro. No le ha pegado, pero el chofer se pone de pie, el otro debajo del autobús lo reta a los golpes y le lanza palabras altisonantes. El chofer le pregunta porque hizo todo eso, aquel pasajero le dice que lo hizo simplemente porque no quiso bajarlo donde él quería. El chofer cerró la puerta y un tanto molesto puso la velocidad y arrancó el autobús.
El camión avanza y la música de la radio trata de dar un poco de armonía a ese ruido que sale del motor del autobús. No sé cuantos minutos pasan y escucho que uno de los pasajeros que va en el primer asiento comienza a platicar con el chofer. Le pregunta de un lugar y de cómo llegar a dicho sitio. El chofer le dice las indicaciones. El pasajero le pide bajar en la siguiente esquina. Pero hay un problema, el autobús no puede realizar descenso de personas en esa zona. El pasajero insiste al chofer para que lo deje bajar en ese lugar. El chofer le explica al pasajero de buena manera el conflicto que tienen con otras líneas de trasporte y del problema que esto provocaría si lo mira un policía de tránsito. Además de que le da a conocer de cuanto es la multa que tienen que pagar si son sorprendidos. Los diálogos suben de tono. El chofer nuevamente explica al pasajero todas las cuestiones ya mencionadas. El pasajero menciona que tienen prisa y que necesita llegar a tiempo a su destino. --Déjame bajar por aquí, le dice al chofer. Te lo estoy pidiendo como ser humano déjame bajar por favor. --Que no puedo hacer eso. Le responde el chofer. El pasajero vuelve a decir aquella frase que ya se me había pegado: “déjame bajar aquí por favor, te lo pido como ser humano”. Y yo en medio de mi somnolencia analizaba esa frase y me preguntaba ¿cómo sería si no se lo pidiera como ser humano? ¿A golpes e insultos? El ambiente se puso tenso, por suerte estábamos por llegar a nuestro destino, nos faltaban unas cuatro cuadras. Pero el pasajero seguía insistiendo con un vocabulario agresivo. Al parecer después de muchas explicaciones y consejos no pudo entender la regla del chofer y de la línea de transporte. Faltando una cuadra y media el chofer un tanto fastidiado abre la puerta del autobús y aquel pasajero desciende. Cuando toco suelo el ufanado pasajero se da la media vuelta y le avienta al chofer una botella de plástico al rostro. No le ha pegado, pero el chofer se pone de pie, el otro debajo del autobús lo reta a los golpes y le lanza palabras altisonantes. El chofer le pregunta porque hizo todo eso, aquel pasajero le dice que lo hizo simplemente porque no quiso bajarlo donde él quería. El chofer cerró la puerta y un tanto molesto puso la velocidad y arrancó el autobús.
Este es el caso de una persona que por más que se le explico y se le dio a conocer la situación en la que estaban no entendía. Tal puede ser nuestro caso cuando nos han dicho una y mil veces lo que es mejor para nuestras vidas y no hacemos caso. ¡No tomes alcohol en exceso! ¡El cigarro te hace daño! ¡Deja de ser tan violento! ¡Haz oración todos los días! ¡Deja la TV por un rato, tanta TV te hace mal!... Son indicaciones que hemos escuchado por mucho tiempo, pero simplemente porque no van de acuerdo con nuestros gustos no las aceptamos, no las entendemos. Aquel pasajero termino su viaje y nunca entendió lo que le decían. Que nosotros no terminemos nuestro viaje por este mundo sin entender lo que es mejor para nuestras vidas.
Hasta la próxima.
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