Por P. Modesto Lule Zavala msp
Agarré
mi cámara fotográfica, tome una foto con ángulo en esquina viendo una fuente y
una capilla. La casa donde me encuentro es toda de blanco. Tiene pequeños
cuartos cómodos y austeros. Un escritorio, una cama pequeña y un pequeño mueble
para poner la ropa. En realidad se antoja la soledad y el silencio de aquel
lugar.
Una
flor bien enfocada y una casa un tanto borrosa componen la otra foto. Así la decidí
tomar. De hecho puedo enfocar la casa y dejar que la flor salga borrosa, pero
en esta ocasión no fue así. No sólo con el lente de la cámara fotográfica se
puede enfocar, sino también con la cámara de video y hasta con los mismos ojos.
Es fácil de hacerlo. Pongan su mano en frente de ustedes y mírenla atentamente.
Después traten de mirar más allá de la mano. Notaran que se ven como 8 dedos en
vez de cuatro. Este truco lo hicieron en la película de Pacht Adams, de 1998.
Hay una escena donde un anciano le enseña al protagonista de la película que
vea más allá de lo que siempre tiene en frente. Le dice que vea más allá de la
mano y descubrirá un mundo mejor. Con eso entendió que no debe mirar todo el
tiempo a los problemas en sí mismos, sino que debe mirar más allá. Este debe
ser el cambiar de enfoque en la misma vida de cada uno de nosotros. Y si los
lentes de las cámaras y nuestros ojos pueden hacer esto de enfocar otras cosas
para tener una mejor foto o video, ¿porque no hacerlo con lo que nos pasa en
los momentos más difíciles?
Hemos
escuchado y hasta nosotros mismos lo hemos dicho alguna vez, que no podemos ver
o estar con las personas con las que tuvimos una dificultad, un altercado, un
problema, un pleito. No lo puedo ver ni en pintura, decimos. Se nos “revuelve”
el estómago cuando nos hablan de esa persona y si nos lo encontramos en la
calle volteamos la cara para otro lado con tal de no verlo. Estas situaciones
se dan muy a menudo. Ahora recuerdo a unas señoras que después de años de
haberse enojado y odiarse se reconciliaron. Fue todo un acontecimiento la
reconciliación. Y lo hicieron en un retiro espiritual. Reconocieron sus faltas
y el daño que se habían hecho en todos esos años y se pidieron perdón
mutuamente. Lloraron las dos, pero regresaron a sus hogares con la alegre
noticia de su reconciliación. Fue muy oportuno, ya que a una de ellas después
de ese momento se le descubrió que tenía cáncer y acabo con ella velozmente. Esas
dos señoras cambiaron de enfoque. No miraron ya el problema como tal, sino que miraron
otro rumbo y así pudieron cambiar sus vidas.
Cuando
se nos dificulta perdonar, en la gran mayoría de los casos es debido a que
nuestra atención está enfocada exclusivamente a lo que la otra persona nos
hizo. Ya sea que nos haya dicho algo o que nos haya lastimado físicamente. La
verdad es difícil perdonar y más cuando nuestro orgullo se ha pisoteado. Peor aún
si nos ofendieron en presencia de más personas; crece el odio, el coraje, el
rencor. Pareciera ser que con guardar rencor, blasfemar o humillar a la otra
persona, se fuera a disminuir ese odio y se fuera a alcanzar la paz. Pero no es
así y sucede todo lo contrario.
¿Pero
cómo quitar ese odio, el coraje, el rencor contra otra persona? Muy fácil. Digo
muy fácil porque se dice así, pero es algo que implica mucha voluntad y
principalmente amor. Lo que se debe hacer es pensar de manera diferente, ver de
manera diferente. Si nuestra mente tiene un enfoque total sobre lo negativo,
pues hay que cambiarlo a positivo. Buscar lo mejor de las cosas, de las
personas, de los actos. Que nuestra atención sea algo diferente, algo mejor.
Podemos pensar en un deporte, en una actividad familiar. Pensar que si esa
persona nos ofendió, a lo mejor no se dio cuenta de lo que decía o hacía. Que
tal vez estaba en un momento de coraje y a mí me toco agarrarla en ese momento.
Pensar que tal vez está enferma y ya no pudo contenerse. Quizá sufre de
diabetes y le es muy fácil enojarse por cualquier cosa. Lo que puede ayudar es
pensar lo mejor de las cosas. Claro es que para llegar a tener estos
pensamientos a nosotros también nos hace falta fortaleza, voluntad y sobre todo
mucho amor por el prójimo. Y esto se obtiene mediante un diálogo profundo con
Dios. Sólo Él puede darnos la paz, la fuerza, el amor para realizar todo este
tipo de cosas. Comprendamos que hay mucha gente que sufre por no llevar a Dios
y seamos nosotros ejemplo de caridad en este mundo tan indiferente. Por eso hay
que buscar otro enfoque para no hacernos tanto daño ni sacar la peor toma de la
vida.
Hasta
pronto.
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