Me
regalaron una tortuga hace más de un año. Pasadas unas semanas me regalaron
tres más para que la primera no estuviera sola. Todas estas vivían en una
pequeña pecera. El tiempo pasaba y yo les daba de comer y les cambiaba el agua,
aunque no muy seguido. Pero un día una
de las tortugas comenzó a tener su caparazón muy blando.
Pensé que era porque
cambiaba de tamaño o por una forma propia de ellas. A la semana siguiente estaba
muerta. Pasó otra semana y nuevamente noté que otra de las tortugas que
quedaban vivas adquirió blandura en su caparazón. Me preocupe, pero no hice
muchas cosas para remediar el problema. Al final murieron tres de las cuatro
que tenía. Tuvimos que ir al pequeño acuario donde venden peces y tortugas para
preguntar sobre el cuidado de las quelonios (otra forma de llamar a las
tortugas). Me preguntaron que si les cambiaba el agua de la pecera todos los
días, a lo cual respondí que no. Me preguntaron que si les daba de comer
constantemente yo les dije que sí, pero que casi no comían. Me preguntaron que
si tenían calentador a lo cual respondí que no. El vendedor de dicho lugar me
dijo que ahí estaba el problema. En primer lugar a las tortugas hay que cambiarles
el agua todos los días; en segundo, hay que darles de comer; y por último hay
que colocarles un calentador para que el agua se mantenga en una temperatura
entre los 29 y 24 grados centígrados. Si el agua es demasiado fría las tortugas
pierden el apetito, no comen y por ende mueren. Pero también hay que darles de
comer y sobre todo hay que cambiar el agua todos los días.
Con
todo esto he pensado que la vida familiar muchas veces (utilizando la metáfora)
puede ser como esa pecera y esas tortugas. En la vida de matrimonio nunca debe
ser la misma agua que les cubra. Nunca deben ser los mismos tratos, las mismas
palabras, las mismas actitudes, los mismos gestos. Si se hace, puede llevar a
la rutina. El agua estancada se pudre y se hace fétida, insoportable. De igual
manera en muchos matrimonios o familias puede suceder esto. La vida echa rutina
cansa y se hace insoportable, necesita entonces vitalidad, frescura, jovialidad
y alegría para que sea siempre agradable.
Me
recomendaron cambiar el agua todos los días. Yo ahora le digo a usted, cambie
el agua de su vida, Jesucristo es la fuente de agua viva. (Jn. 4, 14) Tenga
siempre presente a Jesús en su vida; acérquese a los sacramentos, haga oración,
reflexione la Palabra de Dios. Esto es cambiar el agua. También en el acuario
me dijeron que le comprara un
calentador. Yo ahora le digo, nunca deje sin calor a su familia. Se puede
enfría el ambiente, y al mismo tiempo pueden morir los que vivan dentro.
Siempre brinde calor: un tiempo para compartir la vida, pasear, platicar,
divertirse, convivir. Eso da mucho calor en la familia. Y por último, dele de
comer. Alimente a su familia con las buenas obras, con el testimonio, con la
caridad. No les abandone.
Después
de las recomendaciones me regalaron otras tres tortugas y pasados los meses dos
más. Ya son más de nueve meses que las seis tortugas siguen en su pecera.
Cuando me acerco para darles de comer o cambiarles de agua nadan de un lado
para otro, no sé si es porque se asusten o por alegría, pero lo que sí sé es que
siguen vivas y cada día crecen más.
Hasta
la próxima.
Si estuviéramos atentos, si escucháramos, si nos preocupáramos de desarrollar la sensibilidad, la vida y todo lo que hay en ella, nos iluminaría de sabiduría para construir la nuestra y vivirla en plenitud, resucitados, como quiere nuestro Señor y no agonizantes, solo, esperando la muerte por nuestra falta de atención en Dios.
ResponderEliminarQue tal padre Modesto, muchas gracias por estos escritos en los cuales usted, se toma el tiempo, paciencia y discernimiento para transmitirnos estos mensajes, que nos acercan a un modo de vivir más cristiano y por ende a acercarnos más a Xto, para que nuestro modo de vivir sea una ofrenda que agrade a mi Dios.
ResponderEliminarSaludos padre y que tenga un excelente día.!!!!