lunes, 26 de agosto de 2013

¿Quién soy?

Por p. Modesto Lule Zavala msp


Hace mucho tiempo me encontré con dos personas en un estudio de grabación. Eran cantantes y estaban arreglando los finales de su disco. Yo llegue y salude al ingeniero de audio, él mismo me presentó con los dos cantantes. Les comentó que yo era seminarista y próximamente sacerdote. Cortésmente me saludaron y yo correspondí a su saludo.
Comenzamos a platicar sobre la música y sobre su disco. Y pronto entramos en confianza así que una de las personas me pregunto que si podía hacerme unas preguntas. Yo le dije que si las sabía se las respondía. La primera pregunta que me hizo fue sobre qué es lo que estudiamos los que tenemos la vocación de ser sacerdotes. Le explique que en nuestro caso dentro del Instituto Misionero, después de una experiencia como misionero laico, podemos encontrar un llamado especial y por ese podemos entrar al seminario a un año en el postulantado, otro año en el noviciado y después profesar votos de castidad, pobreza y obediencia y estudiar por 3 años la filosofía y 4 años la teología. Me preguntó también que si nosotros no nos podíamos casar. Le conteste que no, y le dije que a quien dos amos a tiende con uno queda mal. Su otro compañero escuchaba atentamente pero sin verme mucho al rostro, más bien estaba mirando la pantalla de la computadora y viendo las secuencias de audio de su disco, pero al escuchar esa respuesta me volteó a ver y me dijo: Miré, eso es lo que yo no entiendo. No sé porque los padres no se casan, si no dejan de ser humanos. Yo pienso que eso es bien difícil de aguantarse. Bueno, yo no aguantaría estar sin una mujer y pienso que todos los hombres somos así. Que no podemos aguantarnos. Yo me reí un poco al escuchar su comentario y le hice ver varios puntos. Primero, que los sacerdotes no es que nos aguantemos, sino que más bien encausamos nuestro ser al servicio de los demás y que cuando hay buena disposición del sacerdote eso llega a llenar la vida de la persona. No se enfoca la vida a la sexualidad, sino al servicio. Además le dije que por voluntad una persona podía abandonar un vicio arraigado si se lo proponía, así como dejan el cigarro, el alcohol o las otras drogas. Y que así un hombre podía también dejar fuera de sus necesidades el estar con una mujer si es que así lo determinaba. Y la persona me señaló: Pues sí, se puede dejan dejar los vicios, pero hay que estar constantemente con los grupos de ayuda para que se llegue a dar eso. Y me atreví a interrumpirlo diciéndole: Pues bien, con el celibato sucede lo mismo, ya que una parte es la voluntad humana pero la mayor parte es gracia de Dios y por eso también hay que estar acudiendo a Él constantemente, sólo así es posible vivir de esa manera. Su compañero nos interrumpió con otra pregunta y me dijo: Oiga padre, yo me reí un poco y le dije, no soy padre todavía, y él me remarco: Pero ya casi, yo me sonreí un poco y deje que continuara. ¿Oiga padre y si hay vida después de la muerte? Su compañero volvió a interrumpir comentando que él no creía en la vida después de la muerte, que para él la muerte era el punto final de esta vida y que con eso se acaba todo. Yo no le dije nada de cuestiones técnicas, sino más bien le platique de varios testimonios de personas que después de una muerte clínica regresan a la vida y cuentan que vieron a alguien y sintieron mucha paz. Les platiqué de algunos casos de personas ateas que después de esa experiencia creyeron en Dios. Y me preguntaron que por qué regresaban esas personas a la vida. Les respondí también lo que dicen los que han pasado por esas experiencias y señalan que Dios les ha dicho que no es su tiempo y por eso han regresado. Es cierto, dice uno de ellos, tenemos un conocido que los doctores le han dicho cuando se pone enfermo que por su situación ya no tiene remedio, que su muerte es inminente, pero se ha repuesto y se ha levantado de la cama y hasta hace poco nos fue a visitar. No le funcionan los riñones y trae varias heridas, pero no le ha llegado su momento. ¿Y cómo le llamas tú a eso? Le pregunté. Y me dijo: Pues yo creo que no se ha muerto porque está pagando sus pecados o porque tiene una misión que realizar. A mí me sorprendió que respondiera así, ya que era la misma persona que me dijo que dudaba de otra vida después de la muerte. Les mencioné por último que nosotros tenemos como un deber saber quiénes somos en este mundo, qué misión tenemos y hacia donde nos dirigimos. Cuando lleguemos a conocer esto vamos a entender el motivo de nuestra existencia en este mundo y vamos a saber cómo actuar. No somos seres arrojados a la deriva ni somos creados por la casualidad. Y como dice Martín Valverde, no somos creados en serie, sino en serio y Dios tiene un plan para cada uno de nosotros. Todos tenemos una misión que cumplir antes de llegar a la presencia de Dios y se nos pedirá cuentas de todo cuanto hagamos en este mundo. De nuestra respuesta depende la salvación de otros y también la personal. Por eso es mejor esforzarse al máximo y entregarnos por completo para que no nos regresen antes de terminar nuestra misión. Tuve que salir del estudio a realizar otras actividades y ya no volví a ver a esos músicos, pero espero que mis respuestas le hayan servido de algo. Por el momento es hora de despedirme también de ustedes. 




Hasta la próxima.




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