Por P modesto Lule
Estaba parado en el andén del metro con una mochila y
una bolsa de plástico en mi mano viendo
para ambos lados con la esperanza de encontrar a alguien conocido y saludarlo.
No veo a nadie y mientras sigo repitiendo una jaculatoria en mi mente.
Un papá con sus dos hijos se detienen a un metro de donde yo estaba. En el momento pasó el metro pero del lado contrario. Se detuvo para que abordaran y descendieran los pasajeros del otro andén. El niño más pequeño de los dos que estaban ahí cerca con su papá comenzó a hacer de esas preguntas un tanto filosóficas que suelen hacer los niños para aprender más de la vida. Ve las llantas del metro, y lanza su primera pregunta: oye papá creo que esas llantas del metro son de avión. Su hermano mayor que tomaba atención a lo que decía lo desmintió. El otro niño, duda un poco y lanza otra pregunta diciendo que si no eran de avión, entonces eran de tráiler. Su hermano sin dejar tanto espacio entre pregunta y respuesta señala que tampoco son de tráiler. El niño consternado por haberse equivocado ve a su papá para encontrar una respuesta más apegada a sus preguntas: ¿entonces de que son las llantas? Y su hermano nuevamente le contesta. Las llantas son de caucho artificial. Yo me quede un tanto sorprendido ya que su respuesta era correcta y no había forma de rebatirle. Pasado ese momento llego el metro y nos subimos a uno de los vagones. No sé si ustedes han viajado en el metro de la ciudad de México, pero casi siempre hay mucha gente viajando en él, así que por disciplina y por cuidado se tienen que hacer todo un rito para subir al él. En cuanto se detiene y se abren las puertas los que esperan en el andén se tienen que poner a los lados de las puertas para dejar que la gente baje por el centro. Y al terminar de bajar la gente se puede un meter sin mayor problema. Pero hay gente que no respeta esa manera, quizá porque no sabe o porque están de mal humor, pero ese mismo día ahí mismo en esa estación me tocó ver a una pareja con sus pequeños hijos que subía al metro, pero sin dar ese tiempo y ese espacio para que saliera la gente se metió bruscamente pero se toparon con otras personas que le echaron en cara su atrevimiento de subirse de esa forma. El joven un tanto irritado les recuerda la progenitora de forma despectiva a esas personas, las otras regresan su respuesta recordándole también a la suya y ahí en ese instante se dio un altercado con puras palabras altisonantes. El metro cerró la puerta y también se cerró ese episodio tan ofensivo. La joven esposa y su acompañante eran ahora objeto de muchas miradas incluso la mía. La joven esposa llevaba un niño en sus brazos cargando y otra señora que ocupaba un asiento sin muchas palabras le invito a que tomara su asiento. Dos estaciones después me tuve que bajar de aquel vagón para tomar el autobús que me traería a mi casa.
Muchas veces no utilizamos las palabras correctas. A ese buen uso de palabras se le llama lógica, y en la escuela llevamos muchas veces esa materia para aprender a articular pensamientos y frases. Si está lloviendo no podemos decir que estaba lloviendo, porque no es un pasado, es un presente. Si el niño dice que las llantas son de avión, o de tráiler está equivocado, porque son de caucho artificial. Tal vez las utilizan los aviones o los tráiles pero no son de lo que el niño había señalado. Ese es el mal uso de las palabras en la vida diaria. Así el joven al subir al metro no supo utilizar las palabras correctas, de perdón o de una disculpa al darse cuenta que se había equivocado o había interrumpido el descenso de las personas en el metro, si no que aplico otras palabras que en vez de ayudar a solucionar el problema o de matizarlo un poco con humildad, utilizo otras palabras que hicieron más pesado el ambiente. Saber utilizar las palabras correctas es un arte que corresponde a la sabiduría. Pidámosle a Dios que nos conceda mucha sabiduría para saber expresarnos con mucho respeto hacia los demás. Que nuestras palabras sean siempre las correctas, que sean positivas, que sean halagadoras, que sean respetuosas, que sean constructivas, que sean agradables, que sean sabias, que sean sinceras, que sean justas, que sean alentadoras, que sean inspiradas por Dios.
Un papá con sus dos hijos se detienen a un metro de donde yo estaba. En el momento pasó el metro pero del lado contrario. Se detuvo para que abordaran y descendieran los pasajeros del otro andén. El niño más pequeño de los dos que estaban ahí cerca con su papá comenzó a hacer de esas preguntas un tanto filosóficas que suelen hacer los niños para aprender más de la vida. Ve las llantas del metro, y lanza su primera pregunta: oye papá creo que esas llantas del metro son de avión. Su hermano mayor que tomaba atención a lo que decía lo desmintió. El otro niño, duda un poco y lanza otra pregunta diciendo que si no eran de avión, entonces eran de tráiler. Su hermano sin dejar tanto espacio entre pregunta y respuesta señala que tampoco son de tráiler. El niño consternado por haberse equivocado ve a su papá para encontrar una respuesta más apegada a sus preguntas: ¿entonces de que son las llantas? Y su hermano nuevamente le contesta. Las llantas son de caucho artificial. Yo me quede un tanto sorprendido ya que su respuesta era correcta y no había forma de rebatirle. Pasado ese momento llego el metro y nos subimos a uno de los vagones. No sé si ustedes han viajado en el metro de la ciudad de México, pero casi siempre hay mucha gente viajando en él, así que por disciplina y por cuidado se tienen que hacer todo un rito para subir al él. En cuanto se detiene y se abren las puertas los que esperan en el andén se tienen que poner a los lados de las puertas para dejar que la gente baje por el centro. Y al terminar de bajar la gente se puede un meter sin mayor problema. Pero hay gente que no respeta esa manera, quizá porque no sabe o porque están de mal humor, pero ese mismo día ahí mismo en esa estación me tocó ver a una pareja con sus pequeños hijos que subía al metro, pero sin dar ese tiempo y ese espacio para que saliera la gente se metió bruscamente pero se toparon con otras personas que le echaron en cara su atrevimiento de subirse de esa forma. El joven un tanto irritado les recuerda la progenitora de forma despectiva a esas personas, las otras regresan su respuesta recordándole también a la suya y ahí en ese instante se dio un altercado con puras palabras altisonantes. El metro cerró la puerta y también se cerró ese episodio tan ofensivo. La joven esposa y su acompañante eran ahora objeto de muchas miradas incluso la mía. La joven esposa llevaba un niño en sus brazos cargando y otra señora que ocupaba un asiento sin muchas palabras le invito a que tomara su asiento. Dos estaciones después me tuve que bajar de aquel vagón para tomar el autobús que me traería a mi casa.
Muchas veces no utilizamos las palabras correctas. A ese buen uso de palabras se le llama lógica, y en la escuela llevamos muchas veces esa materia para aprender a articular pensamientos y frases. Si está lloviendo no podemos decir que estaba lloviendo, porque no es un pasado, es un presente. Si el niño dice que las llantas son de avión, o de tráiler está equivocado, porque son de caucho artificial. Tal vez las utilizan los aviones o los tráiles pero no son de lo que el niño había señalado. Ese es el mal uso de las palabras en la vida diaria. Así el joven al subir al metro no supo utilizar las palabras correctas, de perdón o de una disculpa al darse cuenta que se había equivocado o había interrumpido el descenso de las personas en el metro, si no que aplico otras palabras que en vez de ayudar a solucionar el problema o de matizarlo un poco con humildad, utilizo otras palabras que hicieron más pesado el ambiente. Saber utilizar las palabras correctas es un arte que corresponde a la sabiduría. Pidámosle a Dios que nos conceda mucha sabiduría para saber expresarnos con mucho respeto hacia los demás. Que nuestras palabras sean siempre las correctas, que sean positivas, que sean halagadoras, que sean respetuosas, que sean constructivas, que sean agradables, que sean sabias, que sean sinceras, que sean justas, que sean alentadoras, que sean inspiradas por Dios.
Hasta la próxima.
Que hermoso, Dios me ayude a estar despierta para que pueda ver en mis hermanos a Dios, a quien amo con todo mi corazón.
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