sábado, 20 de julio de 2013

¿Quieres ser normal o anormal?

Por P. Modesto Lule msp





No sé si ya te había contado, pero como religioso del Instituto de los Misioneros Servidores de la Palabra voy cada dos años a la casa de mis papás. Cuando era misionero laico iba cada seis meses. Y fue en una de esas ocasiones cuando fui a visitar a mis papás.
Ahí platicaba con mis tíos y mis primos. Les explicaba en qué consistía esto de ser misionero laico y cuánto tiempo iba a estar. Les decía que esa era sólo una experiencia temporal y que de ella dependía si me retiraba o si decidía seguir esta vocación para ser sacerdote o hermano religioso.  Entonces me preguntó mi tía: ¿Y te puedes salir de ahí? Bueno, le contesté yo, nada más termino la promesa que hacemos por un año y si descubro que no es mi vocación me puedo retirar del Instituto, dejar la misión y buscar qué es lo que me pide Dios fuera de la vida misionera. ¿Y te puedes casar? Me volvió a preguntar. Yo le contesté que si me salía siendo misionero laico, podía casarme. Pero que si decidía seguir la vida religiosa entonces ya me tenía que quedar allá. ¿Pero después de tu promesa puedes hacer tu vida normal? Esa fue la última pregunta que me hizo, y esa pregunta me dejó inquieto. Pensé en la vida que llevo y muy dentro de mí me pregunté: ¿Será que en la vida religiosa soy anormal y si me salgo seré normal? Ya no le respondí nada a mi tía, ni le quise rebatir su pregunta para aclararle que la vida misionera no era una vida anormal. Pero hoy después de varios años pienso y confirmo que la vida cristiana como tal si es anormal. Es algo extraordinario vivir de la manera cristiana, por sus diferentes exigencias. Y es que no es tan fácil cumplirlas. Simplemente hablemos del perdón, o el servicio. Son cosas que cuestan. Jesús en la Biblia nos lo dice en el Evangelio de Lucas capítulo 6 versículos del 27: «Pero a ustedes que me escuchan les digo: Amen a sus enemigos, hagan bien a quienes los odian, bendigan a quienes los maldicen, oren por quienes los insultan. Si alguien te pega en una mejilla, ofrécele también la otra; y si alguien te quita la capa, déjale que se lleve también tu camisa. A cualquiera que te pida algo, dáselo, y al que te quite lo que es tuyo, no se lo reclames. Hagan ustedes con los demás como quieren que los demás hagan con ustedes. "Si ustedes aman solamente a quienes los aman a ustedes, ¿qué hacen de extraordinario? Hasta los pecadores se portan así. Y si hacen bien solamente a quienes les hacen bien a ustedes, ¿qué tiene eso de extraordinario? También los pecadores se portan así. Y si dan prestado solo a aquellos de quienes piensan recibir algo, ¿qué hacen de extraordinario? También los pecadores se prestan unos a otros, esperando recibir unos de otros. Ustedes deben amar a sus enemigos, y hacer bien, y dar prestado sin esperar nada a cambio. Así será grande su recompensa, y ustedes serán hijos del Dios altísimo, que es también bondadoso con los desagradecidos y los malos. Sean ustedes compasivos, como también su Padre es compasivo».

El texto nos dice que los que se llamen cristianos deben ser extraordinarios, es decir, hacer cosas más allá de lo ordinario, de lo que toda la gente hace comúnmente.

Pero la invitación de Jesús nos lleva a algo más. Claro está que no es al pie de la letra eso de ofrecer la mejilla cuando te pegan sino una invitación a ser sinceros y a no ser doble cara, actuar con unos de una forma y con otros de otra. Creo que en la parte final del texto da a conocer de una forma muy concreta como debemos comportarnos: Comprensivos. Esa es la palabra clave en el comportamiento para con los demás. Trata a los demás cómo quieres que te traten a ti.

Con todo esto creo que si podemos ser anormales. Ser extraordinarios en cada cosa que realicemos. Todo eso lo podemos hacer si nos esforzamos cada día y a cada momento. La pregunta está en pie: ¿Quieres ser anormal o normal?

Hasta la próxima.






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