Por P. Modesto Lule
msp
Hubo etapas de soledad en mi estancia en Los Ángeles California que fueron sumamente importantes porque me ayudaron a discernir muchas ideas. Recuerdo un momento cuando miré por primera vez el mar.
Yo
vivía en el centro de la Ciudad de L.A. La playa quedaba como a dos horas de
distancia. Siempre andaba en trasporte público para todas partes. Conocía casi todas
las rutas. Así que busque la que me llevaba al mar y me lance nervioso y
emocionado por saber que pronto lo iba a conocer. Aún no llegaba a mi destino cuando
mis ojos inquietos buscaban algún indicio del mar en la distancia. Cuando
apareció me puse de pie y me fui a la parte de enfrente del autobús para poder
verlo. No me importo que la gente se diera cuenta de mi asombro. Fije mi vista
en la planicie verdosa y azul. Mientras más avanzaba el autobús, un ruido hasta
ese momento desconocido aumentaba, era el ruido del mar. No es lo mismo escucharlo
en un video. Cuando estaba muy cerca pedí bajarme. Camine como hipnotizado,
como sonámbulo, como persona sin ninguna voluntad con dirección a la playa. El
mar era mi único objetivo y mi único final en ese instante. Fue algo que se
quedó en mi mente para siempre y que ahora que lo recuerdo hace que me vuelva a
estremecer. El mar, el ruido de las olas, su extensión, su profundidad en el
horizonte, su brisa, el graznar de las gaviotas, el sol, su color, su todo. El
mar es el mar y ese día pude verlo.
La
capacidad de asombro que poco a poco el hombre va perdiendo es alarmante. Ya
nada le dice nada. Cuidemos y alimentemos esa capacidad en cada uno de
nosotros. No hay que dejar que la rutina gane la batalla. Cuando ya nada nos
sorprenda, vamos a ser seres insensibles, cuando seamos insensibles seremos
como muertos que caminan.
No son muertos, los que en dulce calma
en paz reposan en la tumba fría;
muertos son los que tienen muerta el alma
y viven todavía. (Antonio Plaza)
Antes de despedirme te pregunto:
¿El día de hoy te has asombrado con algo?
Hasta
la próxima.
Me asombro de casi todo, de lo que escucho, hablo, de los cambios que voy teniendo en mi vida, de como voy mutando. Me asombro cuando estoy de rodillas, cuando mis pies van presurosos a encontrarme con Dios. Me asombro de la gente que me rodea. Me asombra este hermoso escrito. Me asombra la Vida!!!
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