miércoles, 19 de junio de 2013

Hay un abismo entre la persona enojada y la que vive en paz



Modesto Lule Zavala msp





Vivo cerca de la Ciudad de México, lugar donde se producen constantemente marchas y todo tipo de conflicto vial. . En varios lugares a la vez se pueden dar este tipo de manifestaciones y los problemas que causan son desastrosos.
En una ocasión fui y para colmo me toco encontrarme con una manifestación. No es raro atorarse en una calle por una o más horas Desde llegar tarde al trabajo, perder el vuelo, el autobús o hasta perder la novia. Son muchas cosas las que se pueden suceder. Pues a mí me tocó un plantón en mi recorrido al centro de la ciudad, por tal motivo el camión iba a vuelta de rueda. Yo en cierto momento me relaje, pero me desesperaba no avanzar. En un viaje que por lo regular dura de 35 a 40 minutos, ya llevaba una hora y no estaba ni a la mitad de mi destino. Así que trate de rezar un poco, después leer unas páginas de uno de los libros que siempre me acompañan. El acelerón y el frenazo del autobús, me ponían más inquieto. La sonadera del claxon y los ruidos de los motores hacen que uno se ponga de nervios. Cuando estábamos a punto de llegar a la central de camiones, notamos que en frente de la central estaba ese dichoso plantón. Habían cerrado las calles y hacía difícil el acceso para todos. No era el único que estaba molesto, también los demás conductores. Pude notar como un chofer de transporte público se bajó de su autobús para decirle al conductor de un coche muy pequeño, que se recorriera un poco, para poder salir. El otro chofer, levantaba las manos y mencionaba cosas que no pude escuchar, pero no era necesario saber que era lo que decía, con el manoteo de manos y por la cara fruncida pude imaginarme. No creo que hayan sido piropos, ni saludos. Pero ni aun así, el conductor del automóvil pequeño se movía. El chofer del autobús nuevamente se acercó y le pidió que se moviera un poco, ya que tenía el espacio para hacerlo. Y nuevamente este conductor levantaba las manos y sacaba su rostro por la ventanilla de su auto para decir más palabras y palabras. Ya no termine de ver esa escena porque el autobús donde yo viajaba camino hacia el interior de la central. Cuando me disponía a bajarme le dije al conductor que muchas gracias, él me respondió: Para servirles. Al llegar al zócalo, el centro de la ciudad utilice el teléfono. Fueron dos llamadas las que hice, la gente de unos negocios, eran desconocidos pero muy atentos, me extraño muchísimo, parecía como si nos conociéramos de hacia un tiempo o fuéramos hasta familiares. Eso me dejo cuestionado. Una hora después compre unas piezas para mi computadora en la plaza de la computación. Cuando me dirigí a pagar, me di cuenta que el dinero que llevaba estaba todo desacomodado y los billetes eran de muy baja denominación. Estaba yo en un lío  ya que había mucha gente a mí alrededor y tenía que contar muchos billetes. Con las prisas le entregue un puño de billetes a la cajera. Ella los contó y me dijo la cantidad que le había dado. Le di otros pocos, ya que por los nervios se me iban los números contados de mi mente. Ya no sabía ni cuanto le había dado. Le pregunte: ¿Cuánto te di? Ella me señalaba lo que yo le había dado, y me decía cuanto era lo que me faltaba. La cajera contaba el dinero del otro lado de la ventanilla mientras yo la veía. Por fin, termine de darle el monto de mi cuenta. Cuando termino de contarlos me miro y con una leve sonrisa en los labios me pregunto que si quería que los contáramos otra vez. Yo titubee, pero al final le dije que sí. Ella sin quitar la sonrisa de sus labios prosiguió a contarlos nuevamente. Yo quede satisfecho y salí muy contento de ese lugar. Después de eso note que hay una gran diferencia en la forma de tratar a las personas y la forma como nos dirigimos hacia ellas. Es una distancia abismal la que separa a una gente enojada de una que esta sonriente y feliz. En pocas palabras, una persona que está en paz, trasmite lo que lleva dentro y eso lo notamos los que estamos ante esa persona. Es lógico darse cuenta que lo que más nos agrada es toparnos con ese tipo de gente que lleva paz en su alma y no a esa gente que al momento de prestar su servicio lo hace para hacer viles. Es decir, corajes. Busquemos la paz del corazón y dejemos una huella imborrable en las demás personas con una sonrisa. La verdadera paz se obtiene cuando vivimos muy cerca de Dios.



Hasta la próxima.




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