lunes, 2 de septiembre de 2013

Anorexia espiritual

Por P. Modesto Lule Zavala msp



En nuestra etapa como misioneros tenemos muchas formas de llegar con la gente. Una de ellas es la de visitar las casas y llevar un mensaje con la Biblia en la mano. En otras ocasiones llevamos la revista Inquietud nueva, un libro, una invitación a participar ya sea del rosario por las calles o de participar en algún curso bíblico. En estas visitas encontramos de todo tipo de personas y las experiencias son diferentes.

No sé porque pero la forma de comportarse se puede calificar por zonas. Por ejemplo sabemos cómo se comporta la mayoría de gente en el Distrito federal. Sabemos que no nos van abrir la mayoría de personas y que incluso estamos expuestos a ser asaltados en cualquier momento no importa si traemos sotanas o no. Pero no toda la gente es así, hay enorme diferencia con la gente que vive en los pueblos, en la provincia. Su forma de recibir el mensaje y de atender es muy diferente. Salen de casa y se encomienda a Dios, llegan y le dan gracias por haber llegado con bien. Cuando salen sus hijos les dan la bendición y siempre tienen presente que sin la voluntad de Dios no se hace nada.


Pero hay personas que les es molesto escuchar que les hablen de Dios. Recuerdo una vez hace muchos años cuando comenzaba con esto de ser misionero y no sabía muy bien cómo comportarme ante ciertas situaciones de histeria por parte de algunas personas. Visitando las casas me tocó ver cómo un señor maltrató a un hermano misionero que tocaba las puertas. El grito del gruñón se escuchó por toda la calle, le decía que se largara que no quería saber nada de Dios. Y para apresurar la retirada de aquel hermano lo amenazó de muerte diciéndole que si no se iba pronto sacaría su arma y le dispararía en la cabeza. El hermano sólo pudo decir: Dios lo bendiga, y se alejó de la vista de aquel gruñón. Llegó a mi lado y sólo nos quedamos viendo el uno al otro sin decir palabras. Caminamos y seguimos tocando puertas. 

Hoy he comprendido que hay mucha gente que rechaza a Dios por tanta necesidad de Él. Sucede como con las personas que tienen anorexia. Si tú les das comida en proporciones comunes su organismo te las devuelve. No soportan mucha comida, la vomitan, la regresan, sin aprovecharla. Y a mayor progreso sea de la anorexia estarán menos capacitados para recibir alimento. Y en su mucha necesidad no soportan lo que les den. Así creo que funciona también en lo espiritual. Si una persona se ha limitado en lo espiritual llega también a rechazar cualquier cosa que le den con el paso del tiempo. La solución está pues en no distanciarnos de lo espiritual para no llegar a ser esos anoréxicos espirituales que rechazan violentamente las cosas de Dios. Otro problema es que al ser anoréxico no tienes fuerzas, no eres capaz de soportar carga de trabajo. Esto en lo físico, pero en lo espiritual podemos decir que sucede casi lo mismo, una persona con anorexia espiritual no es capaz de aguantar una prueba en la vida. Los sufrimientos son irremediables y tarde o temprano llegan. ¿Cómo los enfrentamos? Todo dependerá de nuestra fortaleza espiritual. Por eso es importante preguntarnos:

¿Cuánto tiempo llevo sin hacer oración? ¿Cuánto tiempo llevo sin ir a misa? ¿Cuánto tiempo llevo sin confesarme? ¿Cuánto tiempo llevo sin hacer un sacrificio u ofrecerlo? ¿Cuánto tiempo llevo sin ayudar a otros de forma desinteresada?

Las respuestas nos ayudarán para hacer un diagnóstico de nuestra vida espiritual.



Hasta la próxima.




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